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sábado, 27 de agosto de 2011

CURAR LA ESCLEROSIS MÚLTIPLE: ¿ME DEJAS SOÑAR ,QUIZÁS…?

 
Por Fernando de Castro Soubriet (M.D., Ph.D.)
Doctor investigador en el Hospital Nacional de parapléjicos de Toledo y asiduo de las conferencias "Volem Saber" que organiza la Fundació GAEM
Publicado e la revista de la Asociación Española de Esclerosis Múltiple Noticias EM

Cuando estudié la asignatura de neurología en la carrera de medicina, la esclerosis múltiple me la explicaron como una enfermedad inflamatoria del sistema nervioso en la que se morían los oligodendrocitos y con ellos se perdía parte de las vainas de mielina que rodean a los axones. esa enfermedad era entonces de etiología desconocida (su/s causa/s sigue/n sin conocerse), era típica de sociedades ricas, países anglosajones y personas de raza blanca, especialmente mujeres, y debutaba entre los 20 y 40 años de edad; en España había muy baja prevalencia de la enfermedad, salvo en Paracuellos del Jarama (Madrid) y la catalana comarca de Osona; y, claro, no tenía un tratamiento fácil ni, desde luego, específico... comenzaba 1991, aunque ya sabemos que Alfredo Le Pera puso en boca de Carlos Gardel una gran verdad: "... que veinte años no es nada,...". pero, no se vayan y déjenme "volver" a la esclerosis múltiple...

En 2011, aunque algunas de aquellas afirmaciones se man­tienen como ciertas, el panorama de esta enfermedad des­mielinizante, en su conjunto, ha cambiado bastante .Su diag­nóstico ha mejorado mucho, con ello ha aumentado su tasa de prevalencia en países como el nuestro, acercándonos algo a las cifras de Gran Bretaña, tanto, que se ha convertido en los países desarrollados en la enfermedad neurológica más fre­cuente en adultos jóvenes; se conoce bastante más acerca de la fisiología y la patología de los oligodendrocitos; hay intere­santes hipótesis acerca de la/s posible/s causas que originan la enfermedad; ha mejorado el tratamiento anti-inflamatorio, aumentando la perspectiva y la calidad de vida para un pa­ciente nuevo e incluso, en los últimos quince años, han apare­cido fármacos específicos para el tratamiento de la esclerosis múltiple, todos ellos inmunomoduladores de una u otra natu­raleza (fármacos, anticuerpos, trasplantes de células)... Y aquí quería llegar y espero haberle convencido, amable lector, para llegar conmigo y seguir leyendo.

¿Por qué...? Pues porque, a pesar de todo lo enumerado en el párrafo anterior y algunos otros hitos sin duda reseñables que dejo inconscientemente de lado, si un enfermo de recien­te diagnóstico va a chocar con algo difícil de encajar es que la esclerosis tiene tratamiento... pero no tiene cura...: los inmu­nomodulares de todo tipo disminuyen la inflamación, el nú­mero y la intensidad de los brotes (si los hay), con ellos limitan los síntomas (al menos en las fases iniciales de la enferme­dad), pero... no curan, en tanto que no ayudan a reponer los oligodendrocitos muertos... Y la mielina la compone la mem­brana de estas células, especialmente rica en lípidos. Muerto un oligodendrocito, esa mielina que protege a varios axones se pierde y, por tanto, la transmisión del impulso nervioso se altera, aunque sea mínimamente. Cuando muere otra célula, añadimos más de lo mismo, y así hasta que muere un contingente importante de células mielinizantes y se forma una placa de lesión. Pero... el escenario no es exactamente así, mi querido lector cargado de paciencia...

Aproximadamente el 7% del total de células que compo­nen el sistema nervioso central de cualquiera de nosotros son precursores de oligodendrocitos, es decir, son del tipo celular que, durante el desarrollo pre- y postnatal va a generar los oli­godendrocitos que forman la mielina. Y esos precursores que hay en el cerebro de un adulto, aunque parece que no son exactamente iguales a los que se ven en el desarrollo, son capaces de diferenciarse a células mielinzantes: a nuevos oli­godendrocitos. De hecho, eso es lo que ocurre de forma es­pontánea en las que denominamos "lesiones activas" (porque presentan mucha inflamación): diversas señales moleculares reclutan en esa zona a muchos precursores de oligodendro­citos que generan nuevas células y, aunque sea parcialmente (de ahí su calificativo de "placa de sombra"), reponen parcial­mente la mielina perdida y, con ello, la sintomatología que hu­biese podido generar esa placa de lesión.

Lamentablemente, no todas las "lesiones activas" se mantienen como tales o re­cuperan su contenido en oligodendrocitos para transformarse en "placas de sombra", sino que es frecuente que progresen a placas más grandes, sin células inflamatorias en su interior (las denominadas "placas crónicas" o "inactivas") y donde los precursores de oligodendrocitos, aunque acuden a la zona de lesión (como en las "placas activas"), sin embargo no pueden entrar en ellas o, si entran, o mueren o no se diferencian a oli­godendrocitos mielinizantes: las señales moleculares que hay en las citadas lesiones se lo impiden... Bien, si no le he aburrido y ha llegado usted hasta aquí es que a usted le interesa de verdad el tema y quiere que un científico, modesto pero ilusionado, le hable claramente y sin dar falsas esperanzas a nadie de lo que algunos de sus cole­gas, mucho mejores que él y distribuidos por algunos países del denominado primer mundo, están haciendo estos últimos años y dónde han puesto su punto de mira: "potenciemos la capacidad de remielinización endógena, juguemos con esos precursores de oligodendrocitos y, ¿por qué no vamos a soñar en poder curar la esclerosis múltiple?"

Y, puestos manos a la obra, están saliendo en los últimos años las primeras publica­ciones en las que se muestran algunas de las claves molecu­lares para quizás poder ofrecer una alternativa terapéutica en un futuro. Sabiendo cuáles son esas moléculas que favorecen o dificultan su labor a los precursores de oligodendrocitos en­dógenos en una placa de lesión de un paciente con esclerosis múltiple (muchas, viejas conocidas del desarrollo del sistema nervioso), podremos buscar o diseñar fármacos que anulen el efecto cuando éste sea "negativo" o lo potenciemos si es "positivo" para nuestro propósito: reponer las células muer­tas y, con ellas, al menos parte de la mielina perdida. Incluso podríamos pensar en manipular genéticamente a los precur­sores de oligodendrocitos para, reintroducidos en el sistema nervioso de los pacientes... que pudiesen "ignorar" las ba­rreras moleculares que se les presentan en las lesiones cró­nicas, sobrevivir a las moléculas que les resultan deletéreas en su interior o "imponerse" a aquellas otras que les impiden diferenciarse de forma eficaz y reponer a los oligodendrocitos muertos. Además, se trataría de terapias perfectamente com­patibles, a priori, con los tratamientos ya existentes en la clíni­ca a día de hoy: mientras los actuales tratan de limitar la infla­mación, de los que les he estado hablado tratarían de reponer a las células que la inflamación ha matado, las buenas pero desdichadas de esta película de hoy, los oligodendrocitos...

Sí, estimado lector: estamos hablando de nuevos abordajes terapéuticos que podrían plantearse, no dentro de muchos años para, con fármacos o con células, pensar en re­parar parte del daño, parte de la mielina perdida y, con ello, mejorar los síntomas y la calidad de vida de los enfermos. O de algunos enfermos. Y debería hacerse antes de que la enfer­medad se cronifique tanto como para dañar irreversiblemen­te a los axones: antes, pues, de que la esclerosis múltiple se convierta no sólo en "una enfermedad de oligodendro­citos", si no "de oligodendro­citos y neuronas"... Esas mo­léculas, además, podrían ser biomarcadores útiles para un mejor diagnóstico, pronóstico y seguimiento de la enferme­dad, incluso testigos fiables para mejorar los ensayos clínicos de los tratamientos ya existentes y de los que pudieran venir.

Queda mucho por investigar, mucho por hacer y se necesitan medios, el apoyo institucional, de la industria y de las asociaciones de pacientes, pero... me gusta soñar y, para un enfermo de esclerosis múltiple, veinte años es mucho y..., preferirá a Osvaldo Farrés: "quizás, quizás, quizás...

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