Las lesiones que ya no se reflejan en la resonancia
magnética (RM) debido a la atrofia y a que son cubiertas por líquido
cefalorraquídeo, pueden indicar la futura evolución de la esclerosis múltiple,
según sugiere una investigación reciente publicada en la revista Journal of
Neuroimaging.
Si no se ve, no se tiene en cuenta. Esa puede ser una de las consecuencias indeseadas que van de la mano de la dependencia de las técnicas de neuroimagen.
Pero que no se vea no quiere decir que no exista y que no
influya. Casi como un poder en la sombra están las lesiones asociadas a la
esclerosis múltiple que ya no pueden ser observadas mediante resonancia
magnética (RM).
Las lesiones en la EM que se identifican mediante RM son uno
de los indicadores más usados para evaluar la actividad de la enfermedad y su
evolución. Nuevas lesiones, o la activación de las ya existentes, son señales
poco favorables.
Entonces, si dejan de verse, ¿es una
buena noticia?
Pues lamentablemente, no siempre, según ha comprobado un
grupo de científicos de la Universidad de Buffalo, en EE.UU, que recientemente
publicó los resultados de un estudio de neuroimagen en la EM en Journal of
Neuroimaging.
Según ese estudio, las lesiones que ya no se reflejan en la
RM debido a que han sido destruidas por la atrofia cerebral, pueden ser un
indicador significativo de la evolución de la enfermedad en personas con
esclerosis múltiple, tanto en las formas recurrente-remitente como en las
formas progresivas de la enfermedad.
Cuenta el autor principal del estudio, el profesor Robert
Zivadinov, que:
Al usar la apariencia de nuevas lesiones cerebrales y el
realce de las existentes como indicador de la progresión de la enfermedad, no
había indicadores de quién desarrollaría discapacidad en los cinco o diez años
de seguimiento, pero cuando valoramos el volumen de las lesiones cerebrales que
se había atrofiado, pudimos predecir dentro de los primeros seis meses quién
tendría una progresión de la discapacidad en el seguimiento a largo plazo”.
El propio Zivadinov, en una entrevista para el centro de
noticias de la Universidad de Buffalo, comenta cómo pudieron evaluar el volumen
de las lesiones que desaparecen debido a la atrofia cerebral:
¿Cómo sabemos que las lesiones han desaparecido? Porque
donde antes había tejido de lesión cerebral, ahora solo hay fluido”.
Zivadinov se refiere a líquido cefalorraquídeo que invade la
zona atrofiada, y es precisamente la medición del volumen que ocupa ese
líquido, el biomarcador que proponen él y sus colegas que debe ser tomado en
cuenta al valorar la evolución de los pacientes con EM.
Lesiones que desaparecen bajo líquido
cefalorraquídeo
Para llegar a estas conclusiones los investigadores
estudiaron a un total de 192 personas, entre ellas había pacientes con síndrome
clínicamente aislado (personas con un primer episodio sugerente de EM, pero que
todavía no se sabe si realmente desarrollarán la enfermedad), pacientes con EM
recurrente-remitente y pacientes con formas progresivas de EM.
Se realizaron estudios de neuroimagen al inicio y durante
los 5 años que duró el estudio, centrando la atención especialmente en aquellas
lesiones que aparecieron en algún punto de la investigación y que después
desaparecieron por la atrofia bajo líquido cefalorraquídeo.
El volumen de esas lesiones atrofiadas fue lo que, según los
resultados de este estudio, mejor predijo la discapacidad física a largo plazo.
Zivadinov explica que:
Cuando las lesiones disminuyen con el tiempo, no es porque
las lesiones del paciente se estén curando, sino porque muchas de estas
lesiones están desapareciendo y se convierten en líquido cefalorraquídeo”.
¿Y ahora qué?
En tiempos en que la actividad inmunitaria anómala que
ocurre en la esclerosis múltiple es controlada con gran efectividad por los
fármacos que hay en el mercado, la atención se está volcando cada vez más sobre
la neurodegeneración, la consecuencia más indeseada de la EM.
La neurodegeneración es la principal causa de discapacidad
en la enfermedad y en los últimos años se ha venido valorando mediante la
medición del volumen cerebral. Si el volumen de tu cerebro no disminuye, es un
buen reflejo de que la neurodegeneración está contenida.
Para los investigadores estadounidenses, el volumen de las
lesiones con atrofia es un biomarcador más sólido de neurodegeneración que el
anterior:
Nuestros datos sugieren que las lesiones atrofiadas no son
un fenómeno pequeño y secundario en la EM, y en su lugar indican que pueden
desempeñar un papel cada vez más importante en la predicción de quién desarrollará
una enfermedad más severa y progresiva”.
¿Las investigaciones científicas llegarán a asumir este
biomarcador? ¿Se llegará a utilizar en la práctica clínica? Por ahora los
resultados deben ser replicados por otros grupos de investigación para comprobar
su validez. El tiempo y la ciencia darán respuesta a tantas preguntas.
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