En el experimento fue utilizada la “ilusión de la mano de goma”, que consiste en que el participante puede desarrollar la ilusión de sentir todo que le pasa a una mano artificial puesta junto con él y a su vista, como si fuera su propia extremidad. Los científicos australianos pusieron a la vista de sus voluntarios una mano de goma y ocultaron su mano real, inyectaron la histamina en la mano artificial y simultáneamente en la mano real. Durante otro experimento, ambas manos de los voluntarios fueron inyectadas con la histamina, sin recrear ninguna ilusión.
Resultó que cuando los participantes se encontraban bajo el efecto de la ilusión, la reacción alérgica fue mucho más intensa. Los investigadores lo explicaron con la acción del cerebro, que controla el sistema inmunológico.
Cuando los voluntarios vieron que les inyectaron (en el segundo experimento sin recrear ilusión), entendían que en realidad no corrían ningún peligro, y tuvieron una reacción alérgica moderada. Pero cuando ellos vieron que la inyección fue puesta en la mano de goma, el cerebro “creyó” que este procedimiento no podría tener ninguna consecuencia. Por eso “dejó de controlar” los procesos en su extremidad natural que correspondía a la mano de goma (como si esta mano ya no le perteneciera, algo que los científicos describen como si la mano fuese “rechazada”) .
Según comentaron los autores del estudio, estos experimentos comprueban la idea de que el control que el cerebro ejerce sobre varias partes del cuerpo depende de cómo sentimos que esas partes nos pertenecen.
Los investigadores subrayan que su descubrimiento podría ayudar a establecer nuevos vínculos entre varias enfermedades autoinmunes, por ejemplo la esclerosis múltiple, y varios trastornos psiconeurológicos en los que el paciente sufre la alteración de la percepción de su propio cuerpo, tales como el derrame cerebral, la esquizofrenia, el autismo, epilepsia o anorexia nerviosa.
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