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martes, 15 de mayo de 2018

Los trasplantes fecales están de moda, pero ¿qué se sabe de su efecto en las enfermedades ?





Con una popularidad en ascenso, los trasplantes fecales solo están aceptados en el tratamiento de la infección por Clostridium difficile. En las enfermedades neurodegenerativas apenas si han sido evaluados. No es que se sugiera que no funcionan, es que simplemente no se sabe.

“Sopa amarilla del dragón” Y sí, la frase se refiere exactamente a lo que estás pensando. Así llamaban en el siglo cuatro en China a un tratamiento antidiarreico que aplicaba un médico llamado Ge Hong.

Varios siglos después ya no necesitamos tomar en sopa las heces, incluso vienen en cápsulas, pero su popularidad va en ascenso.

¿Por qué? ¿Para qué enfermedades se usa? ¿Cómo se hace? ¿Está comprobada su eficacia? Vamos a por las respuestas.

¿Qué es un trasplante fecal?

El término exacto a utilizar sería trasplante de microbiota fecal. Consiste en trasplantar heces de un donante sano al intestino del receptor con el objetivo de recuperar la microbiota intestinal dañada.

Con el trasplante de heces se administra toda una comunidad de microorganismos que puede ayudar a restablecer el equilibrio perdido en el receptor y eliminar las bacterias y otros microorganismos dañinos.

¿Y por qué es importante la microbiota intestinal?

Porque es el hogar de trillones de microorganismos que modulan tu salud.
En los últimos años (la investigación en esta área es bastante reciente) se ha observado que la pérdida permanente del frágil equilibrio en el que viven esos microorganismos puede alterar el sistema inmune, el metabolismo, la permeabilidad del intestino y un largo etc.

Para hacer más ilustrativa la importancia de estos huéspedes de honor, te diré que se ha observado que en muchas enfermedades neurológicas, como el párkinson y la esclerosis múltiple, la microbiota de los afectados difiere de la microbiota de las personas sanas.

Esa diferencia se refleja en que los pacientes tienen un número elevado de bacterias específicas, mientras otras están en niveles más bajos de lo esperado.

En muchos casos también se ha encontrado que las poblaciones de bacterias con un número elevado tienen un efecto negativo sobre la enfermedad en sí.

Se ha llegado también a observar, tanto en el párkinson como en la esclerosis múltiple, que cuando se trasplanta heces de pacientes a ratones sanos, estos manifiestan algunos signos propios de esas enfermedades.

Entonces, tenemos este panorama: existe en nuestro interior todo un sistema vivo y poderoso que puede influir sobre nuestra salud y que en personas con determinadas enfermedades está dañado.
¿”Arreglarlo” llevaría a generar mejorías en los enfermos? Y ahí es donde hace su entrada el boom de los trasplantes fecales.

¿Cómo se hacen los trasplantes fecales?

Invariablemente debe existir un donante sano. Hasta hace poco se prefería que fuera una persona que viviera cerca del paciente, su pareja, por ejemplo, pero en la actualidad se prefiere utilizar las muestras que administran los bancos de heces, donde existen mejores controles.

Curiosamente, la donación de heces también se está convirtiendo en una entrada de dinero extra para los donantes en países donde esta opción está disponible.

El donante debe pasar por un examen muy exhaustivo que descarte la presencia de enfermedades, tampoco debe haber usado antibióticos en los tres meses previos a la donación.

Las heces donadas pasan por algunos procesos que las preparan para poder ser trasplantas con mayor facilidad (por ejemplo, se diluyen en agua).

El trasplante en sí se realiza por varias vías actualmente, por ejemplo, por vía anal mediante un colonoscopio o por enema, o por vía oral con sonda o con cápsulas.

Después del trasplante los pacientes pueden experimentar manifestaciones adversas como fiebre, dolor abdominal, diarrea o fatiga.

Actualmente, ¿en qué enfermedad se ha demostrado que es efectivo el trasplante fecal?

Hay una única enfermedad en la que existe consenso sobre la eficacia de los trasplantes fecales: la infección por Clostridium difficile (ICD), que en los últimos años se ha disparado, especialmente en entornos hospitalarios.

El uso indiscriminado de antibióticos es en buena parte culpable de esta situación y también del hecho de que cada vez aparezcan cepas de la bacteria más resistentes al tratamiento antibiótico. Una ICD puede provocar desde diarreas leves hasta la muerte.

El trasplante fecal se utiliza en pacientes con ICD en los que el tratamiento antibiótico tradicional no ha funcionado.

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¿Y qué se sabe de su uso en el tratamiento de las enfermedades neurodegenerativas?

Poco, muy poco, algo paradójico en comparación con la popularidad, al menos a nivel online, que ha alcanzado este tema.

Si bien para el tratamiento de la ICD está fuera de duda, para otras enfermedades como el párkinson y la esclerosis múltiple, no es que los resultados de las investigaciones científicas sean poco concluyentes, es que simplemente apenas se ha investigado.

Me explico mejor: sí se ha observado todo lo que anteriormente mencioné, que hacía referencia a que las alteraciones en la microbiota intestinal pueden estar influyendo en la progresión y sintomatología de algunas enfermedades neurodegenerativas.

Y una forma de devolver el equilibrio a ese sistema es mediante trasplante fecal, solo que no se han realizado ensayos clínicos controlados (los más rigurosos) en los que se evalué la eficacia de esta terapia en pacientes con enfermedades neurodegenerativas.

En el caso de la esclerosis múltiple hay recogidos estudios de casos de pacientes que recibieron trasplantes de heces como tratamiento de una ICD y se terminó observando que los síntomas de esclerosis múltiple también mejoraron, incluso la enfermedad se estabilizó en algún paciente.
Algo similar ha ocurrido en pacientes con enfermedad de Parkinson.

Los casos más citados son los referidos por el gastroenterólogo australiano Thomas Borody, quien se ha convertido en uno de los principales defensores del potencial terapéutico de los trasplantes fecales.

¿El problema? Que son casos aislados, algo que en realidad está muy lejos de constituir una prueba sólida de la eficacia de esta técnica.

Eso puede cambiar en el futuro, ya que al menos para la esclerosis múltiple hay un ensayo clínico en marcha que debe concluir a finales de 2018.

Mientras, también hay que recordar los riesgos alrededor de esta práctica, sobre todo cuando las personas deciden hacerlo en casa: la posibilidad de trasmitir otras enfermedades de las que sea portador el donante, aunque no sea evidente en el momento de la donación.




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