Alejandra Ruiz-Hermosilla. Lucerna (Suiza).
La esclerosis múltiple afecta a casi 50.000 personas en
España, 700.000 en Europa y 2,5 millones en el mundo. Dos de cada tres
pacientes son mujeres. Se trata de la primera causa de discapacidad por
enfermedad entre los adultos jóvenes, puesto que suele manifestarse entre los
20 y los 40 años. Hoy es incurable y altamente incapacitante.
La atrofia muscular espinal es una enfermedad rara que
produce una degeneración progresiva y pérdida de las neuronas medulares que
mueven los músculos del cuerpo. Se trata de la causa de mortalidad genética más
común de infantes y lactantes: la mayoría de los diagnosticados muere antes de
cumplir los dos años y más de 400 pacientes la padecen en España. En Europa,
después de las enfermedades cardiovasculares y del cáncer, la demencia y el
alzhéimer son la tercera causa de muerte en los mayores de 65 años. Es un
enfermedad terrible para los pacientes y sus cuidadores, y la padece más de un
millón de personas en nuestro país.
Son sólo tres ejemplos que avalan la necesidad de impulsar
la investigación neurocientífica hasta alcanzar la «revolución» que prevé
Michael Ehlers, vicepresidente ejecutivo de investigación y desarrollo de
Biogen, una de las compañías biotecnológicas más antiguas del mundo que acaba
de celebrar su 40 aniversario con una reunión en Lucerna (Suiza) para tratar
sobre el pasado, presente y futuro de la neurociencia. Fue durante su
intervención en ese acto cuando Ehlers aseguró que «la neurociencia será la
próxima oncología», pero ya había explicado en sus artículos sobre biomedicina
que «la creencia de que la neurociencia es demasiado difícil, arriesgada e
incierta es cosa del pasado».
En su opinión, es la misma creencia que tenían las compañías
biofarmacéuticas hace apenas unos años sobre la inmunooncología y, sin embargo,
lo que comenzó como un área de «alto riesgo» culminó en un torrente de
investigación clínica, terapias de combinación y opciones de tratamiento. Cree
que ahora es la neurociencia la que está en un punto de inflexión porque
ninguna otra área de la biomedicina avanza tan rápidamente como la
neurociencia, desde la comprensión de los procesos moleculares y celulares
centrales que contribuyen al desarrollo cerebral hasta la capacidad para
monitorizar y manipular los circuitos neuronales; desde la definición de la
arquitectura genética de la enfermedad neurológica al acceso molecular y
funcional al cerebro a través de la neuroimagen y los biomarcadores de fluidos;
y desde las nuevas modalidades de medicamentos y el papel de las agencias
reguladoras hasta el despegue del flujo de capital riesgo y la creación de
biotecnología en neurociencia.
Gracias a esos impulsos revolucionarios, el sistema
nervioso, considerado durante mucho tiempo impermeable a los avances
terapéuticos, se está abordando con éxito. Y esa es una gran noticia para los
pacientes. Y los afectados son los que «conducen» la compañía pionera en
neurociencia, según su vicepresidente ejecutivo y director médico, Alfred Sandrock.
Pionera porque fue fundada en 1978 en Ginebra por Charles Weissman y los
ganadores del premio Nobel Walter Gilbert y Phillip Sharp, y especialista en
neurociencia porque Biogen lidera el portfolio de productos para tratar la
esclerosis múltiple, ha desarrollado el primer y único tratamiento aprobado por
la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) para la atrofia muscular espinal y
está en primera línea en la investigación neurocientífica para la demencia y el
Alzheimer.
Ese es el orgullo de Phillip Sharp, «haber puesto el foco en
la neurociencia y haber marcado la diferencia en la vida de muchas personas».
Su sueño es continuar ese camino porque «poner al paciente lo primero es lo que
ha situado a Biogen el lugar en el que está». «Que los afectados tengan acceso
a la innovación resulta fundamental», añade el CEO de Biogen, Michel Vounatsos.
Y Charles Weissman sentencia: «Haz buena ciencia y sucederán cosas buenas».
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