En las últimas décadas, la posibilidad de neurogénesis en adultos ha entusiasmado al mundo: el cerebro podía regenerarse. Pero otros científicos han aguado la fiesta. ¿Quién tiene razón ?
José Ramón Zárate Covo
2 febrero, 2019
En 2011 se concedió el Premio Príncipe de Asturias de
Investigación Científica y Técnica a Joseph Altman, Arturo Álvarez-Buylla y
Giacomo Rizzolatti por sus aportaciones -los dos primeros- en el campo de la
neurogénesis y por el descubrimiento -Rizzolatti- de las neuronas espejo. En
los años sesenta Altman había constatado la neurogénesis en roedores adultos
rompiendo el dogma del frenazo neuronal tras el nacimiento y abriendo la
esperanza a la plasticidad cerebral. Arturo Álvarez-Buylla, de la Universidad de
California en San Francisco, había identificado mecanismos fundamentales
inherentes a la neurogénesis y los progenitores neurales. En los últimos años,
sin embargo, el laboratorio de Álvarez-Buylla y otros, como el de José Manuel
García-Verdugo, de la Universidad de Valencia, han puesto en duda esa
neurogénesis adulta. Su defunción la firmaron el año pasado en un estudio
publicado en marzo en Nature tras analizar muestras de tejido cerebral
post-mortem del hipocampo y obtenido de neurocirugías.
Durante el desarrollo cerebral prenatal y en recién nacidos
observaron abundante neurogénesis en el giro dentado: un promedio de 1.618
neuronas jóvenes por milímetro cuadrado de tejido cerebral en el nacimiento.
Pero el número de células disminuía bruscamente en los primeros años: las
muestras de giro dentado de bebés de un año contenían cinco veces menos
neuronas nuevas que las registradas en recién nacidos. El declive continuaba en
la infancia, y en la adolescencia decaía a 2,4 células nuevas por milímetro
cuadrado en el giro dentado. No hallaron neuronas frescas en ninguna de las 17
muestras post-mortem adultas o en las de tejido extraído quirúrgicamente de 12
pacientes adultos con epilepsia. Álvarez-Buylla declaró con una honradez
científica fuera de lo común que “siempre trato de trabajar en contra de mis
suposiciones. Hemos estado investigando en la neurogénesis durante tanto tiempo
que es difícil reconocer ahora que puede no ocurrir en los humanos, pero
seguimos hacia donde nos llevan los datos”.
Justo un mes después, en abril de 2018, Cell Stem Cell
publicó un trabajo de Maura Boldrini, neurobióloga de la Universidad de
Columbia, que replicaba que “la neurogénesis no disminuye con el
envejecimiento”, según había comprobado en tejido del hipocampo de 28 personas
de 14 a 79 años que habían fallecido repentinamente. Refrendaba así los
conocidos trabajos de Fred Gage, del Instituto Salk en California y referencia
mundial en neurogénesis.
En un artículo que se publica en el último número de Trends
in Neurosciences, Jason Snyder, de la Universidad de British Columbia, en
Canadá, comenta en tono apaciguador que estos informes conflictivos son
conciliables, revelan disparidades sobre la forma en que estudiamos el cerebro
y distraen la atención de la importancia de mejorar la neurogénesis adulta,
incluso artificialmente. “Vale la pena preguntar si las diferencias
metodológicas explican el que algunos no encuentren nuevas neuronas o si es
cierto que la neurogénesis es mínima en los adultos”. Snyder ha observado que
los laboratorios que localizan más neurogénesis en ratones que en humanos
estudian ratones jóvenes, mientras que la investigación en humanos a menudo se
realiza en adultos. Además, los primates y los roedores generan la mayoría de
sus neuronas en diferentes momentos de su desarrollo temprano: las poblaciones
de neuronas humanas alcanzan su punto máximo durante la primera mitad de la
gestación, mientras que la neurogénesis en ratones continúa hasta después del
nacimiento. “La literatura confirma que un roedor de mediana edad tampoco tiene
mucha neurogénesis”, dice. Aparte de los modelos estudiados, se ha cuestionado
la especificidad de los marcadores usados para distinguir esa neurogénesis,
pues en algunos estudios se han marcado inadvertidamente células no neuronales,
la glía en concreto, que sí continúa regenerándose.
Snyder confiesa que aún no está seguro de si hay
neurogénesis en humanos adultos, pero si la hubiera se daría en tasas bajas y
en partes muy específicas del cerebro, probablemente el hipocampo, donde se
forman nuevos recuerdos, aunque un equipo de la Universidad de Queensland
aseguró en 2017 en Molecular Psychiatry que la había encontrado en la amígdala,
donde se procesan memorias emocionales. Hay muchas preguntas sin respuesta con
respecto a lo que harían estas supuestas nuevas neuronas durante el ciclo
vital, si reemplazan a las que mueren, si refuerzan las sinapsis, si albergan
nuevos aprendizajes y si tendrían relevancia terapéutica. “El campo de la
neurogénesis es paradigmático de ese pimpón científico al que asistimos en las
últimas décadas”, resume Snyder. Así es como funciona la ciencia, “pero no
debemos dejar que nuestras decepciones nos impidan hacer mejores preguntas. En
lugar de centrarnos en ganar el partido, necesitamos colaborar más en busca de
la verdad”.
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