Redacción TiTi
2018-07-19
Los avances en la terapia farmacológica de la esclerosis
múltiple hacen posible que hoy algunos profesionales se pregunten si, ante la
presencia de síntomas de deterioro cognitivo, se debe cambiar a los pacientes a
otro fármaco modificador de la enfermedad.
En la actualidad, cuando una persona tiene esclerosis
múltiple recurrente remitente y, a pesar de estar bajo tratamiento
farmacológico, sigue teniendo brotes, avanza la discapacidad o las técnicas de
neuroimagen reflejan que la EM está activa, entonces se recomienda cambiar de
fármaco.
¿La progresión del deterioro cognitivo también sería uno de
esos indicadores de fracaso terapéutico? ¿Habría que intentar con otro fármaco?
Es una pregunta que en los últimos años ha ganado relevancia
gracias a las diferentes opciones farmacológicas que hay en el mercado y al
reconocimiento del impacto que tienen los déficits cognitivos en la vida de los
pacientes.
Pero cambiar un tratamiento que logra controlar los otros
indicadores de actividad de la EM no es una decisión que se pueda tomar a la
ligera, así que la polémica está servida.
De esa polémica se hizo eco recientemente la revista
Multiple Sclerosis Journal publicando tres artículos: en uno sus autores
exponían los argumentos de los que sí están a favor de cambiar el tratamiento,
un segundo artículo reflejaba las razones del no y un tercero es un comentario
del escenario general.
EL DETERIORO COGNITIVO EN LA EM AFECTA A LA MAYORÍA DE LOS
PACIENTES
Por deterioro cognitivo se hace referencia a la afectación
del funcionamiento de procesos como la memoria, la atención, la capacidad de
planificación, de abstracción, de concentración, etc.
Cuando el funcionamiento cognitivo deteriora, el desempeño
de la persona en su vida diaria se ve afectado (en diferente grado, dependiendo
precisamente del grado de deterioro). En la EM se considera que hasta el 70% de
los pacientes experimenta deterioro cognitivo.
Si existe declive cognitivo
en la esclerosis múltiple, ¿se debe modificar el tratamiento? La polémica está
servida
Los avances en la terapia farmacológica de la esclerosis
múltiple hacen posible que hoy algunos profesionales se pregunten si, ante la
presencia de síntomas de deterioro cognitivo, se debe cambiar a los pacientes a
otro fármaco modificador de la enfermedad.
En la actualidad, cuando una persona tiene esclerosis
múltiple recurrente remitente y, a pesar de estar bajo tratamiento
farmacológico, sigue teniendo brotes, avanza la discapacidad o las técnicas de
neuroimagen reflejan que la EM está activa, entonces se recomienda cambiar de
fármaco.
¿La progresión del deterioro cognitivo también sería uno de
esos indicadores de fracaso terapéutico? ¿Habría que intentar con otro fármaco?
Es una pregunta que en los últimos años ha ganado relevancia
gracias a las diferentes opciones farmacológicas que hay en el mercado y al
reconocimiento del impacto que tienen los déficits cognitivos en la vida de los
pacientes.
Pero cambiar un tratamiento que logra controlar los otros
indicadores de actividad de la EM no es una decisión que se pueda tomar a la
ligera, así que la polémica está servida.
De esa polémica se hizo eco recientemente la revista
Multiple Sclerosis Journal publicando tres artículos: en uno sus autores
exponían los argumentos de los que sí están a favor de cambiar el tratamiento,
un segundo artículo reflejaba las razones del no y un tercero es un comentario
del escenario general.
EL DETERIORO COGNITIVO EN LA EM
AFECTA A LA MAYORÍA DE LOS PACIENTES
Por deterioro cognitivo se hace referencia a la afectación
del funcionamiento de procesos como la memoria, la atención, la capacidad de
planificación, de abstracción, de concentración, etc.
Cuando el funcionamiento cognitivo deteriora, el desempeño
de la persona en su vida diaria se ve afectado (en diferente grado, dependiendo
precisamente del grado de deterioro). En la EM se considera que hasta el 70% de
los pacientes experimenta deterioro cognitivo.
Puede aparecer en cualquier fase de la enfermedad, incluso
en la fase preclínica, e impactar negativamente cosas tan cotidianas como la
capacidad de conducir un coche o tan importantes como nuestro desempeño
laboral.
¿Es este deterioro cognitivo consecuencia directa de la
enfermedad? ¿Es tan siquiera lógico aspirar a que los tratamientos actuales,
que no han sido diseñados para este fin, persigan
MODIFICAR EL TRATAMIENTO EN FUNCIÓN
DEL DECLIVE COGNITIVO SI
Los argumentos a favor del sí hablan esencialmente de que
los estudios de neuroimagen reflejan que existe una correlación entre la
atrofia cerebral en la EM (pérdida de volumen del cerebro) y el declive
cognitivo.
La atrofia cerebral es considerada en la actualidad un
importante marcador de la patología de la enfermedad.
Además, varios estudios han mostrado que durante un brote,
los pacientes experimentan un empeoramiento de algunas funciones cognitivas y
cuando esta crisis pasa, el funcionamiento se recupera parcialmente, no
completamente.
Las dos anteriores observaciones hablan a favor del
deterioro cognitivo como parte del espectro de la actividad de la enfermedad.
Otra barrera al utilizar esta variable sería la falta de
instrumentos estandarizados que permitan valorar el funcionamiento cognitivo en
la población con EM. Si no lo puedes medir, no lo puede usar, ¿cierto?
Pues bien, según argumentan los que están a favor del sí, ya
existen instrumentos específicos para esta población (como el BICAMS), aunque
se reconoce que tienen sus limitaciones.
Por último, queda la gran pregunta, ¿los tratamientos
actuales pueden detener ese declive cognitivo o, al menos, ralentizarlo?
La realidad es que es un tema al que se le está prestando
más atención recientemente, así que las evidencias son pocas, pero los datos
que arrojan ensayos clínicos con fármacos como ocrelizumab y siponimod sí sugieren
que las terapias modificadoras de la enfermedad pueden influir sobre la
evolución del funcionamiento cognitivo.
¿Y QUÉ DICEN LOS DEFENSORES DEL NO?
Aunque reconocen la importancia del deterioro cognitivo como
una característica central de la EM, argumentan que en estos momentos no existe
realmente un consenso sobre los instrumentos que deben ser empleados en la
evaluación del deterioro cognitivo.
Tampoco hay instrumentos para discriminar el deterioro
debido a la enfermedad de las afectaciones provocadas por la ansiedad y la
depresión.
Otro punto importante es que no se ha definido qué gravedad
del declive intelectual demandaría un cambio de tratamiento y si es necesario
que los déficits lleguen a afectar el desempeño en las actividades de la vida
diaria para intervenir.
¿Y QUIÉN TIENE LA RAZÓN?
Pues como generalmente sucede en estos casos, ambos.
En el tercer artículo publicado, la profesora de la
Universidad de Florencia Maria Pia Amato, concluye que «la monitorización
cognitiva promete ser una herramienta útil para la vigilancia de la enfermedad
y la elección terapéutica. Sin embargo, todavía queda trabajo por hacer en el
área».
No obstante, la propia Pia Amato reconoce que en la práctica
clínica los médicos pueden encontrarse con casos en los que las dificultades
cognitivas son evidentes.
En situaciones así no sería una mala elección tomar en
consideración el estado intelectual de la persona a la hora de decidir la mejor
estrategia terapéutica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.