Durante años, el
“baño caliente” fue una de las pruebas que se empleaban para diagnosticar
esclerosis múltiple. Ante un paciente con síntomas que hacían sospechar de la
enfermedad, se recurría a un baño con agua a temperatura elevada para observar
la posible aparición de síntomas neurológicos o el empeoramiento de los que ya
se habían presentado. Si sucedía alguna de estas dos cosas, se consideraba que
el paciente, efectivamente, padecía la enfermedad.
El motivo de esta prueba no es otro que el hecho de que muchas personas con esclerosis múltiple
experimentan un empeoramiento temporal cuando el clima es muy caluroso o húmedo,
o si tienen fiebre por algún motivo.
Estos cambios temporales pueden ser el resultado incluso de
ligeras elevaciones en la temperatura del cuerpo. Se han documentado casos de
empeoramiento con un aumento de solo un cuarto de grado o medio grado
centígrado.
Las temperaturas
elevadas hacen que la transmisión de las señales eléctricas en los tejidos
nerviosos desmielinizados sean aún más difíciles.
Síntomas frecuentes asociados al
calor
Aunque cada paciente es diferente, algunos de los síntomas
más frecuentes cuando aumenta la temperatura son:
Debilidad
Hormigueo
Mareos
Dificultad para hablar o pensar con claridad
Entre las actividades asociadas al calor corporal que pueden
hacer que se presente esta situación se incluyen:
Tomar el sol
Hacer ejercicio
Tomar una ducha o un baño demasiado caliente
Es posible, por ejemplo, que un paciente con esclerosis
múltiple sufra un episodio de visión borrosa cuando se expone a una fuente de
calor. Este fenómeno se conoce como signo
de Uhthoff.
El calor suele producir un empeoramiento de los síntomas que
se caracteriza por ser temporal. No
significa que la enfermedad esté más activa ni que se hayan producido más daños
en los tejidos nerviosos. Los síntomas suelen desaparecer rápidamente o mejorar
también con rapidez cuando el paciente se aleja de la fuente de calor.
Estrategias para aliviar los efectos
del calor
Procure permanecer en espacios equipados con aire
acondicionado durante los periodos de calor y humedad extremos.
Emplee elementos refrescantes tales como chalecos o bandanas
cuando realice ejercicio u otras actividades al aire libre.
Procure llevar ropa ligera, suelta y transpirable.
La ingesta de líquidos frescos también puede proporcionar un
alivio temporal.
Recurra a un ventilador o aire acondicionado al realizar
actividades físicas en ambientes de interior.
Haga ejercicio en una piscina que tenga agua fresca o en un
ambiente a temperatura controlada. Si va a hacerlo en el exterior, elija los
momentos del día en los que la temperatura es más baja: a primeras horas de la
mañana o última de la tarde.
Pruebe a refrescarse antes y después de hacer ejercicio para
evitar que la temperatura de su cuerpo se eleve. Un baño de unos 20 minutos en
agua templada al cual puede ir añadiendo agua fresca de vez en cuando es una
opción. Una ducha puede tener un efecto similar.
Lleve consigo una bolsita de hielo o un contenedor similar,
que puede aplicarse en las muñecas, o el cuello para aliviar el calor.
Procure planear sus actividades de antemano, de esa forma,
estará preparado ante un aumento de la temperatura. En los medios de transporte
público, por ejemplo, puede solicitar plazas en las que no dé el sol. Pida
hielo si lo necesita. Vístase con varias prendas a modo de capas para poder ir
deshaciéndose de ellas si aumenta el calor.
Preste atención a las señales que el cuerpo envía. Aprenda a
“escuchar” a su propio organismo. Igual que el dolor sirve para indicar que
algo va mal, la debilidad o las alteraciones de la visión pueden ser señales de
que debe tomar medidas para evitar el calor.
Por otra parte, el frío puede también tener un impacto en
los síntomas de esclerosis múltiple, como la espasticidad. Generalmente se
recomienda a las personas con esta dolencia que eviten las temperaturas
extremas, tanto el frío como el calor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.